Hijo de Guaicaipuro y de Urquía, Baruta recibe de manos de su madre el penacho con plumas rojas, que había usado su padre, al tiempo que le decía:
"Sean estas plumas rojas el símbolo de la sangre de tu padre y de tu pueblo derramadas por el invasor que viene a arrebatarnos nuestra tierra. Defiéndelas con honor."
Baruta no solo atacaba al enemigo, sino que con frecuencia establecía pactos y alianzas con otras tribus rebeldes y obtenía grandes victorias. Luchó junto con Tamanaco y Terepaima.
En un enfrentamiento contra los españoles es hecho prisionero y conducido ante Garci González de Silva, que para ese momento era el Regidor del Cabildo, y le explica el plan que tiene España para desarrollar la zona y darle mayor bienestar a sus pobladores. Le ofrece la libertad a cambio de la firma de un tratado de paz aceptado por el cacique.
Igual que Chacao promete, pero Baruta ya no quiere usar el penacho que la princesa Urquía a la muerte de su padre pusiera sobre su cabeza.
Baruta fue un gran jefe en la paz, gozó de la máxima consideración de los españoles, respetaron su autoridad y sus tradiciones, cooperaron con él, enseñándole nuevas técnicas ganaderas y de cultivos.
Al morir Baruta fue enterrado con su rito. Más tarde, en 1620, el Gobernador Francisco de La Hoz Berríos, constituyó en su honor, en el sitio donde vivió el cacique, una parroquia con el nombre de San Francisco de Paula de Baruta.
"Sean estas plumas rojas el símbolo de la sangre de tu padre y de tu pueblo derramadas por el invasor que viene a arrebatarnos nuestra tierra. Defiéndelas con honor."
Baruta no solo atacaba al enemigo, sino que con frecuencia establecía pactos y alianzas con otras tribus rebeldes y obtenía grandes victorias. Luchó junto con Tamanaco y Terepaima.
En un enfrentamiento contra los españoles es hecho prisionero y conducido ante Garci González de Silva, que para ese momento era el Regidor del Cabildo, y le explica el plan que tiene España para desarrollar la zona y darle mayor bienestar a sus pobladores. Le ofrece la libertad a cambio de la firma de un tratado de paz aceptado por el cacique.
Igual que Chacao promete, pero Baruta ya no quiere usar el penacho que la princesa Urquía a la muerte de su padre pusiera sobre su cabeza.
Baruta fue un gran jefe en la paz, gozó de la máxima consideración de los españoles, respetaron su autoridad y sus tradiciones, cooperaron con él, enseñándole nuevas técnicas ganaderas y de cultivos.
Al morir Baruta fue enterrado con su rito. Más tarde, en 1620, el Gobernador Francisco de La Hoz Berríos, constituyó en su honor, en el sitio donde vivió el cacique, una parroquia con el nombre de San Francisco de Paula de Baruta.
Fuentes: Gómez, C.A. (1996). Los Caciques de Venezuela. Caracas, Panapo.
Trabajo publicado por Orlando Camacaro en Monografias.com
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